Equidad y prácticas alimentarias

Equidad y prácticas alimentarias

*Por: Natalia Castrillón Valencia MD, MSc*

En el marco del Webinar El rol de las mujeres en la alimentación saludable: desafíos, soluciones y oportunidades para transformar equitativamente los sistemas alimentarios organizado por el Grupo de Trabajo Interagencial sobre Sistemas Alimentarios para América Latina y el Caribe, el representante del Ministerio de salud de Chile reconoció las desigualdades haciendo mención a los resultados de la encuesta nacional de salud que se realizó en su país en el año 2017 y que mostró que la prevalencia de obesidad y obesidad mórbida es más frecuente en mujeres que en hombres (38% Vs 30%). También mencionó datos sobre el programa público de salud cardiovascular de Chile del 2024 que mostraron que el 63% de las personas que se atienden son mujeres, por lo que se habla de que existe una feminización de la obesidad que acarrea mayores problemas a mujeres que a hombres.

Por otra parte, la encuesta nacional de uso de tiempo de Chile evidenció cómo el género determina también inequidades con relación al tiempo disponible para realizar actividad física o descansar. Los resultados de la encuesta muestran que los hombres tienen 26 minutos más de tiempo que las mujeres para actividades de ocio y que las mujeres tienen alrededor de 2 a 2 horas y media más que los hombres dedicados a trabajo no remunerado.

En las sociedades tradicionalmente patriarcales, a las mujeres se les ha asignado una mayor responsabilidad de trabajo doméstico y cuidados no remunerados. Se les ha encargado la planificación y producción de lo que se consume en casa, de comprar y preparar los alimentos, incluso las mujeres dejan de preparar alimentos de su preferencia por complacer las preferencias alimentarias de sus parejas o de sus hijos, lo que plantea una inequidad de género en torno a las prácticas alimentarias. Tener un menor ingreso y un nivel de escolaridad más bajo son factores socioeconómicos que profundizan estas inequidades e impactan hacia un mayor riesgo de tener sobrepeso y obesidad para las mujeres, al disponer de menos tiempo libre, más tiempo de trabajo no remunerado y menos ingresos. En estas condiciones es más factible estar inmerso en entornos obesogénicos donde se promueve el sedentarismo y se limita el acceso a alimentos saludables.

Frente a la publicidad y el género, los patrones de belleza, las dietas y otras sugerencias alimentarias que se exhiben en las redes sociales son situaciones que ¨cosifican¨ el cuerpo de las mujeres y que, al ser esos estándares inalcanzables para la mayoría de las mujeres, pueden propiciar alteraciones en la salud mental o inducir conductas alimentarias perjudiciales en quienes consumen esos contenidos.

Son múltiples los determinantes a los que las políticas y prácticas deben hacer frente para transformar los sistemas alimentarios que conduzcan a una mejor salud.

Principales determinantes que afectan a la salud humana a través de los sistemas alimentarios

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Son necesarias políticas públicas que ayuden a la elección de productos más saludables al momento de comprar alimentos, por ejemplo, rechazar ciertos productos a partir de los etiquetados con sellos negros fácilmente visibles de advertencia de alto contenido en azúcares, grasas saturadas o edulcorantes, favorece la elección de productos más saludables.

Políticas nacionales de Alimentación y Nutrición con enfoque de género que reconozcan las brechas particulares que enfrentan las mujeres que habitan zonas rurales y comunidades indígenas, o la creación de guías alimentarias con ese enfoque interseccional, son necesarias para mejorar la salud a través de los sistemas alimentarios.

Más que recomendaciones nutricionales, se requiere suplir la necesidad de utilizar un lenguaje claramente comprensible sobre cómo puede darse una mejor alimentación con los productos disponibles en el entorno, asequibles para las familias y mencionar la participación de los hombres y los menores de edad involucrados en la planeación y preparación de alimentos saludables en el hogar como una actividad cotidiana libre de asignación de género.